«No sé lo que será mejor, ver o imaginar». Estas son las palabras de Patricia Suárez, una de las participantes de un grupo de la Once que en Octubre de 2010 se animó junto con sus compañeros a realizar una actividad de barranquismo. Un servidor ha tenido la increíble oportunidad de acompañar como monitor a este agradable grupo en dicha aventura.
Ahora tengo dos formas de exponeros este acontecimiento, como si se tratara de una noticia o como a mí me gustaría hacerlo que es relatando mi experiencia personal.
En Serandinas, un viernes de Octubre como otro cualquiera, nos encontrábamos un grupo de monitores bastante inusual en número para la época del año en la que estábamos. Contando experiencias vividas en el verano pasado, proyectos de futuro y sobretodo pasando un agradable momento entre risas, esperábamos la llegada de un grupo de 20 personas con las cuales íbamos a realizar una actividad de Descenso de Cañones al día siguiente.
Su llegada no se hace esperar y entre saludos y reparto de habitaciones se nos hecha la hora de la cena encima. Mientras estamos a ello comienzan a escucharse, en la mesa de nuestros aventureros, bromas que aluden a la actividad del día siguiente, seguramente debidas a los nervios previos a la realización de una actividad de estas características.
Al término de la cena y como ya nos tiene acostumbrados Kaly ("El Jefe" para algunos) realiza una explicación técnica, especifica, científica y si hace falta nuclear para que ninguno de los participantes se quede con alguna duda de lo que va a realizar, como lo va a realizar y el material que utilizará. Bromas aparte, todos estábamos pendientes y colaborando para que no se quedara nada en el tintero y así, de esta manera disfrutar todos de una agradable actividad.
Así que sin más dilación comienza el desfile y cada uno se dirige hacia sus aposentos para descansar y estar al 100% al día siguiente.
Ya por la mañana desayunamos y comenzamos el reparto del material, neopreno, calcetines, botas, chaleco, casco y comenzamos a ajustar los arneses. De forma casi automática vamos revisándolo todo y guiando a los participantes al vehículo que nos acercará al comienzo de la aventura. Primero sale un grupo de 9 participantes y 5 monitores y 30 minutos más tarde sale el segundo grupo de 11 participantes y otros 5 monitores, en el que yo me encuentro.
Durante el trayecto bromeábamos con los participantes intentando distender un poco el ambiente y crear un clima agradable. Una vez llegados al comienzo se terminan las bromas, nosotros comenzamos a "trabajar", no damos órdenes sino que simplemente intentamos ayudar a que cada participante vaya superando obstáculos que van apareciendo. «A la izquierda. Ahora a la derecha. Túmbate. Aquí hay una piedra». «Vamos bien» son algunas de las frases que se van escuchando y que van haciendo que la actividad comience a funcionar. Y esto es lo que sucedió, los participantes comenzaban a divertirse a ganar confianza y a olvidarse de posibles miedos. Casi sin darnos cuenta, uno a uno iban descendiendo por paredes de hasta 20 metros, deslizándose por toboganes e incluso realizando saltos de 2 y 3 metros a pozas de agua. Todo marchaba genial y eso se notaba en el ambiente. Me guardo algunas de las anécdotas que allí sucedieron y que sin duda serán un recuerdo agradable e imborrable de lo que fue una gran experiencia. Con toda esa diversión y adrenalina acumulada la actividad pasaba más rápido y casi sin darnos cuenta todo tocaba a su fin y como un desfile uno a uno caminábamos para salir de la zona y dirigirnos al vehículo que nos transportaría de vuelta.
Ya no quedaban mas peligros, solamente un viaje de regreso en el que comentar experiencias. Toda la tensión de la ida por la mañana se torno en jubilo y alegría a la vuelta, eran sensaciones distintas y uno se quedaba tan satisfecho que no había nada en ese momento que lo pudiera completar mas.
Este es mi relato sobre como ese día yo me sentí orgulloso de participar en una actividad de estas características. He intentado comentar lo más esencial dejando muchas cosas en el tintero para que este artículo no tornara en algo demasiado extenso y aburrido.
Obtendréis más información en la noticia que se realizó en el periódico de La Nueva España en torno a esta actividad.
Y si queréis saber algo mas, simplemente habéis de preguntar.
Todo dispuesto para comenzar; neopreno, chaleco, un frontal, el remo, una canoa y lo más importante, un compañero con el cual disfrutar de tan agradable episodio.
Una vez terminado el descenso parece que se va a hacer de día y nosotros nos quedamos con la sensación de haber vivido una experiencia fantástica e irrepetible, pero por lo que sabemos esta no será la última hazaña realizada en Kalyaventura, cada año logran sorprendernos con actividades y aventuras cada vez mas sorprendentes.
